Katia

No había forma de subir las escaleras. Cada vez que Katia ponía un pie en el primer peldaño, este se difuminaba poco a poco y terminaba desapareciendo junto con el resto de escalones. Finalmente, se dio por vencida y se asomó por la ventana del salón para mirar a la resplandeciente luna. Le pareció que la miraba sonriente. —Espera, no debes irte a dormir aún —le dijo la luna—. Pronto una estrella fugaz atravesará el cielo y si le pides un deseo, este se hará realidad. Era la primera vez que la luna le hablaba, y le agradó mucho oír su dulce voz. Con la mirada fija en el firmamento, la niña comenzó a pensar qué era lo que más deseaba. Pero… ¡había tantas cosas que quería, que no sabía por cuál decidirse! De pronto, la estrella fugaz hizo su aparición surcando el cielo tal con tanta rapidez que Katia se quedó boquiabierta y fue incapaz de pensar en ningún deseo. —Ya puedes irte a dormir, querida. Buenas noches —se despidió la luna. La niña ...