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Mostrando entradas de agosto, 2021

Sin miedo

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Alicia, llevaba un tiempo deprimida, no sabía qué le ocurría, pero no levantaba cabeza. Se sentía apática, sin ganas de nada. Era como si hubiera perdido la ilusión. Una tarde, comenzó a analizar su vida y reconoció que todo estaba bien: tenía buena salud, una familia que la quería, una pareja maravillosa y un trabajo bien remunerado. ¿Qué más podía pedir? Y, sin embargo, se sentía tan triste…Entonces pensó en Amelia, su compañera de trabajo. Amelia era la persona más trabajadora que había conocido Alicia en toda su vida. Sin embargo, la trataban muy mal. Los compañeros y el jefe le asignaban una cantidad abrumadora de tareas y a la hora del descanso, en la que toda la plantilla se iba a tomar el almuerzo, ella se quedaba trabajando para poder acabar todas las tareas que le mandaban. Además, solían reírse de ella, porque era bizca de un ojo y porque a veces tartamudeaba y también por su manera tan convencional de vestir. Aunque Alicia nunca entraba a formar parte ni de las burlas ni de

¿Cuál es tu sueño?

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  ―¿Cuál es tu sueño? ―le preguntó Estela a su amiga Juana. ―Me encantaría tener mi propio negocio. Una librería. ―¿Y por qué no lo intentas? ―¿Estás loca? Ese negocio no me daría de comer―guardó silencio unos instantes y después añadió: ―Y tu sueño, ¿cuál es? ―Pues pasarme horas leyendo en tu librería y luego darte de comer. Las dos amigas rieron. Cuando se iban a despedir, Estela le entregó a Juana una llave plateada. ―¿Qué es esto? ―preguntó Juana sorprendida. ―Una llave ―le contestó Estela, guiñándole un ojo. ―Sí, eso ya lo veo ―dijo Juana impaciente. ―Tú solo llévatela y ya me contarás si te ha gustado el regalo. Juana sabía que era inútil querer saber más. Estela no le diría nada. Así que las dos se despidieron. Cuando Juana regresó a su casa, la idea de la librería seguía rondándole en la cabeza. Le encantaba estar rodeada de libros, era una sensación maravillosa. También le gustaban mucho los libros antiguos, esos que tienen las páginas amarillentas. Su sueño sin ninguna duda e

Atrapando a la muerte

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  En la alta torre vivía la bruja. Al anochecer dejó abierto el libro embrujado sobre el escritorio y esperó. Cuando la muerte llegó, se acercó al libro y al leer las mágicas palabras fue atrapada por ellas. Entonces el libro se cerró. La bruja victoriosa se fue a dormir. Mientras dormía, la tinta de las palabras comenzó a salir fluidamente del libro formando una calavera sobre el escritorio.  Cuando, al amanecer, la bruja buscó su pluma en el cajón, sintió un pinchazo en la mano. Vio un escorpión, oyó la risa de la muerte y cayó al suelo sin sentido. ¡¡¡RETO!!!   con este microrrelato participo en la original iniciativa de   Lídia Castro Navàs . Estas son las condiciones para el reto de agosto:  Crea un microrrelato o poesía (máx. 100 palabras) inspirándote en la carta. En tu creación debe aparecer el objeto del dado: torre. Podéis encontrar más información en  Escribir Jugando del Blog de Lídia.  

Una lágrima

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Una lágrima cayó de sus ojos. Era una lágrima que contenía muchas lágrimas, las lágrimas que llorábamos tod@s. Y esa lágrima cayó al suelo y alguien la pisó para aplastarla, para ocultarla. Ignoraba que no era necesario verla para saber de su existencia.  Este microrrelato se lo dedico a los refugiados, espero que pronto podáis tener el hogar seguro y tranquilo que os merecéis. También quiero compartir el relato Fantasmas contra el alba, de Marta Navarro , llega al corazón.  Links sobre los refugiados en el campamento de Moria: Cuenta de Instagram de @now_you_see_me_moria Now You See Me Moria Libro del proyecto

Piedra pequeña y ligera

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Durante los tres años que permanecí en el lugar que me vio nacer, nunca había tenido el deseo de viajar. Hasta que un día, un niño me dio una patada y salí rodando por la carretera yendo a parar al lado de una amapola. Me pareció tan fascinante aquella experiencia, que de inmediato estaba deseando ponerme en movimiento otra vez. Junto a la amapola me sentía feliz. A veces charlábamos algo, aunque la mayor parte del tiempo ella solía estar callada y yo tampoco tenía mucho que contarle. Pero me encantaba contemplar sus pétalos rojos y finos y oler su suave fragancia. Sin embargo, pronto empecé a envidiar el vuelo de los pájaros. Después de mi primer viaje, sentía el deseo de volver a rodar e irme muy lejos. Me sentía impotente por no poder moverme. Lo único que me consolaba es que yo era una piedra pequeña y ligera, por lo que tenía más posibilidades de viajar que si hubiese sido una piedra grande y pesada. Por eso, albergaba la esperanza de volver a ponerme en movimiento de nuevo. 

Lo que la máscara oculta

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  Eva se sentía asfixiada, apenas podía respirar y la piel del rostro le ardía. «Es por culpa de la máscara» se decía a sí misma atormentada. Pero ni se planteaba quitársela ni un solo momento. En el lugar donde vivía todas las personas adultas llevaban una máscara y, según le habían dicho, esta era necesaria para vivir y bajo ningún concepto, debía de ser quitada. De este modo, en cuanto Eva cumplió los dieciséis años su verdadero rostro fue ocultado al mundo. Cada vez que se miraba en el espejo solo veía aquella máscara fría, dura y con gesto cruel. «Así soy yo, cruel» se lamentaba cada vez más. Una tarde, Eva se adentró en el bosque y se sentó cerca del riachuelo. A menudo se refugiaba a solas en la naturaleza donde se sentía un poco más libre. Vio una mariposa y se quedó observándola ensimismada sintiéndose en calma, en paz. Pero cuando advirtió su reflejo en el riachuelo no pudo distinguir más que la mueca malvada de la máscara y se dijo desolada: «Da igual como me sienta, mi mal