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Mostrando entradas de diciembre, 2021

Bienvenido 2022

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  Acaba un año y empieza otro siempre que acaba algo, empieza otra cosa me derrumbo, me levanto la fuerza de la vida es imparable muerte-vida, vida-muerte. ¿Qué más da? todo forma parte de la misma rueda que gira sin cesar.   Escribe tu lista de deseos para el Año Nuevo me dicen, y yo te digo: “mi único deseo verdadero, entre miles de deseos inútiles, el único deseo capaz de hacerme feliz es que el Amor triunfe en el mundo, en mí, en ti”.   Imagino un Nuevo Mundo donde todxs nos ayudamos donde nadie quiere ser más que nadie donde todxs somos hermanxs, ya nadie hiere a nadie, ya nadie pasa hambre, la Naturaleza es respetada y amada y ya no hay enfermedades.   Me pregunto, si tú que lees estas palabras también sueñas con un mundo así si es así, no te resignes, pensando que no llegará ríe con esperanza, porque llegará nadie sabe cuándo, pero llegará.   ¿Y por qué no podría ser este año 2022? ¿soy demasiado optimista? no, qué va

Él nos quiere a todxs

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  Con la llegada de la Navidad, Rosana se sintió muy triste porque le trajo el recuerdo de las anteriores Navidades. En esas fechas decidió salir del armario y su madre, su padre y sus dos hermanos mayores le mostraron su desaprobación advirtiéndole que la homosexualidad era un terrible pecado. Desde entonces se mostraron tan displicentes con ella que no pudo soportarlo y se marchó a vivir con sus dos únicas amigas. En el transcurso de aquel año, apenas había logrado mantener un par de escuetas e incómodas conversaciones con su familia. «Dios no me quiere y ellos tampoco», se dijo llena de dolor mientras iba en el metro hacia el trabajo, y una lágrima rodó por su mejilla. Por la tarde, cuando terminó su jornada, fue a dar un paseo por la ciudad y se detuvo para contemplar el belén que todos los años ponían en la plaza. Miró la figurita de Jesús recién nacido y le preguntó en voz baja: ―¿Me quieres? De pronto, alguien le contestó: ―Claro que te quiere. Él nos quiere a todxs ―Rosana se

Una nueva oportunidad

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  Noelia salió deprisa de la boca de metro, pasaban seis minutos de las cinco, la hora a la que había quedado con Alejandro, su expareja. Enseguida le vio, y se dirigió hacia él con pasos inseguros. Los dos se miraron, se sonrieron y se dieron dos besos tímidamente, como si fuesen dos desconocidos. No dijeron nada, y comenzaron a andar adentrándose en el parque. Caminaban despacio con la mirada hacia el suelo.   ―Qué frío hace ―dijo Noelia, tratando de romper el hielo. ―Sí ―respondió Alejandro, con una dulce sonrisa. Noelia encontró a Alejandro más atractivo que nunca. No sabía si era por el abrigo de color índigo, por los guantes negros o por la gorra gris. «¿O será por su cara?» se preguntó asombrada pues su rostro continuaba siendo exactamente igual a como lo recordaba: el pelo castaño oscuro corto, la barba medio afeitada, los ojos soñadores de color avellana y una sonrisa inocente, casi infantil. Solo se oía el zumbido del viento y el crujido de las hojas secas bajo su