Él nos quiere a todxs

 

Con la llegada de la Navidad, Rosana se sintió muy triste porque le trajo el recuerdo de las anteriores Navidades. En esas fechas decidió salir del armario y su madre, su padre y sus dos hermanos mayores le mostraron su desaprobación advirtiéndole que la homosexualidad era un terrible pecado. Desde entonces se mostraron tan displicentes con ella que no pudo soportarlo y se marchó a vivir con sus dos únicas amigas.

En el transcurso de aquel año, apenas había logrado mantener un par de escuetas e incómodas conversaciones con su familia. «Dios no me quiere y ellos tampoco», se dijo llena de dolor mientras iba en el metro hacia el trabajo, y una lágrima rodó por su mejilla.

Por la tarde, cuando terminó su jornada, fue a dar un paseo por la ciudad y se detuvo para contemplar el belén que todos los años ponían en la plaza. Miró la figurita de Jesús recién nacido y le preguntó en voz baja:

―¿Me quieres?

De pronto, alguien le contestó:

―Claro que te quiere. Él nos quiere a todxs ―Rosana se sobresaltó y al girarse vio a un hombre que le sonreía.

Rosana, espontáneamente le preguntó:

―¿A los homosexuales también?

El hombre la miró con ojos alegres y le respondió con jovialidad:

―¡Claro que sí! ¡Y a las personas negras como yo, también!

Ambos se rieron. Rosana, no sabía por qué, pero se sintió muy a gusto con aquel hombre. Tenía algo en su rostro que le inspiró confianza. Por eso se atrevió a continuar hablando:

―Hay quienes no piensan así.

―Da igual lo que piensen. La verdad es la verdad y nadie la puede cambiar.

―¿Y cómo estás tan seguro de que tú dices la verdad? ¿Cómo estás tan seguro de que tú tienes la razón?

Una pareja se acercó a ver el belén y el hombre los miró pensativo y luego dirigió su mirada a Rosana contestándole:

―Jesús se acercó a todo el mundo sin discriminar a nadie. ¿Por qué iba a rechazar a una persona homosexual? No tiene sentido, ¿no crees?

Rosana no se sintió muy convencida. El hombre entonces agregó:

―Si lo que te he dicho no te convence, te convenceré de otro modo. Ven conmigo.

El hombre comenzó a caminar, y Rosana, le siguió. Tras un rato se paró repentinamente y le dijo, señalando a un señor que se hallaba parado en un lado de la plaza sosteniendo una lata de cerveza:

―Si te dijera que ese hombre abandonó a su mujer y a su hija robándoles todo el dinero para gastárselo en alcohol, ¿dirías que Dios, le ama?

―Sí, creo que sí.

―¿Por qué?

―Porque Dios también quiere a los malos.

―Bien, a tus ojos ese hombre es malo. Entonces piensa en los homosexuales ahora. Hay personas que piensan que son malos. ¿No es así?

―Sí, así es.

―¿Entonces Dios quiere a unos malos sí y a otros no?

Rosana no supo que responder, el hombre le hizo otra pregunta:

―¿Y qué me dices de las personas negras?

―Dios no puede hacer distinción entre las personas por su color de piel. Estoy segura de que Dios os quiere a los negros igual que quiere a los blancos. De eso no hay duda.

―¿Entonces Dios no hace distinción por el color de piel, pero sí por la orientación sexual? Y otra cosa: ¿Por qué las personas negras sufrimos tanta discriminación en la sociedad?

Rosana, volvió a quedarse sin palabras. El hombre respondió:

―Porque somos diferentes. Solo por eso. Piensa una cosa: ¿por qué Dios va a condenar lo diferente si precisamente Él es el Creador de las diferencias? Tan solo fíjate en la cantidad de especies que habitan esta Tierra.

―Pero, la homosexualidad es un pecado ―dijo Rosana con voz temblorosa.

―Pecado es hacer daño. ¿A quién haces daño por amar a alguien?

―No lo sé.

―Rosana, quiero ayudarte, pero da igual lo que te diga, si primero no te aceptas, te respetas y te quieres a ti misma. No te culpes, ni te odies porque para Dios eres maravillosa, como todas sus creaciones.

Rosana se quedó atónita al oír su nombre.

―¿Cómo sabes mi nombre?

―Yo sé muchas cosas. Pero ahora debo irme. Solo te diré algo más: deja que la magia de la Navidad entre de nuevo en tu vida.

El hombre se dispuso a marcharse, entonces Rosana le imploró:

―¡Espera! Dime al menos cómo te llamas.

―Me llamo Ezequiel.

Rosana, iba a agarrarle del brazo para retenerle, pero Ezequiel se esfumó. Miró hacia todas partes, y no logró verle por ningún lado.

Caminando de regreso a casa, se preguntó si Ezequiel había sido real o una ilusión. Después pensó en todo lo que habían hablado y se convenció de que Dios la quería y dejó de sentirse mal consigo misma. Nada más entrar por la puerta les anunció a Alicia y Maribel, sus dos amigas:

―Me diga lo que me diga mi familia, sé que Dios me quiere tal y como soy. Por eso, hoy empieza una nueva etapa en mi vida.

Alicia y Maribel la abrazaron y gritaron con gran algarabía. A continuación, Rosana cogió el móvil para llamar a sus padres y a sus hermanos y desearles unas Felices Fiestas. La magia de la Navidad resplandecía.

¡¡¡Reto!!!  Este relato lo he escrito gracias a la propuesta de David Rubio en su maravilloso blog El Tintero de Oro. Os animo a leer su interesante artículo sobre Dickens y su Cuento de Navidad y a participar en el reto. Aprovecho para desearos unas muy Felices Fiestas. ¡¡¡Feliz Navidad!!! 🎄 🌟