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Mostrando entradas de octubre, 2021

El gömbur

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  Recuperó el conocimiento, se levantó del suelo despacio y cogió una toalla del armario para limpiarse la cara que estaba cubierta de una sustancia azul y espesa. Cuando se hubo limpiado, sacó su móvil del bolsillo del pantalón y marcó un teléfono. ―¿Si? ―contestó una voz al otro lado de la línea. ―Pablo, no me vas a creer, pero hay una criatura horrible en mi casa ―dijo ella entre sollozos. ―Laura, tranquilízate. ¿Qué quieres decir con «una criatura horrible»? ―No sé qué es Pablo, es tan horrible que no parece un animal es como…como… ¡un monstruo! ―gritó con cara completamente aterrorizada. ―Vale, ¿qué te has tomado? ―¡No me he tomado nada! ¡Te estoy diciendo la verdad, tienes qué creerme! ―Voy a tu casa. Espérame, en quince minutos estoy ahí. ―¡No Pablo! ¿Cómo voy a dejar que vengas? ¿Y si te ataca? Además ¿cómo voy a abrirte la puerta? Ahora mismo estoy encerrada en mi habitación y no te puedes imaginar el pánico que siento. No sé qué hacer. ―Laura, ¿te has parado a pensar que

Libertad

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  A la poción le faltaba una pata de escarabajo. Ayna sacó de una caja un hermoso escarabajo verde y, cuando se dispuso a arrancarle una de las patitas, el insecto emitió un sonido lastimero que detuvo a la maga. «¿Continuaré obedeciendo a ese rey déspota y desalmado?», se preguntó. Ayna necesitaba aquella pócima para ver el futuro y poder contárselo al rey. Sin embargo, tapó el frasco que la contenía. Abrió la ventana y liberó al coleóptero. Sabía que su vida corría peligro, pero saboreó la libertad tanto como el escarabajo verde. ¡¡¡RETO!!! con este microrrelato participo en la original iniciativa de Lídia Castro Navàs. Estas son las condiciones para el reto de octubre: Crea un microrrelato o poesía (máx. 100 palabras) inspirándote en la carta. En tu creación debe aparecer el objeto del dado: escarabajo . Podéis encontrar más información en  Escribir Jugando del Blog de Lídia. 

Cuidar la salud

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―¡Pero Marcos qué haces! Mi hijo me miró con sus ojitos inocentes. Había presenciado boquiabierta cómo Marcos acababa de coger un puñado de monedas de mi bolso y las había guardado en su bolsillo. ―¡No Marcos! ¡Eso no se hace! ―le reprendí―. Devuélveme ahora mismo esas monedas ―Marcos, cogió las monedas de su bolsillo y las puso en mi mano lentamente. ―¿Para qué quieres el dinero, hijo? ―le pregunté mientras guardaba de nuevo las monedas en el bolso. ―Para comprar algo. ―¿Qué es lo que quieres comprar? Marcos miró al suelo cabizbajo. ―Vamos, dímelo cariño, no pasa nada. ¿Qué quieres comprar? A lo mejor puedo comprártelo yo. ―¡No, tú no quieres! ―me gritó muy enfadado y se fue corriendo a su habitación cerrando la puerta tras él. «Pero, ¿qué le pasa a mi hijo?» me pregunté preocupada. Fui hasta su habitación y abrí la puerta con suavidad. Marcos estaba sentado en el suelo llorando, abrazado a sus rodillas y con la cabeza apoyada en ellas. Me acerqué y me senté junto a él. ―Vamos cariñ

Me llamo Max

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  Me llamo Max, tengo cuarenta y dos años y soy un extraterrestre. Esto último lo averigüé hace tan solo un mes, ¿y cómo lo descubrí? Es precisamente lo que quiero contaros. Todo sucedió una noche en la que mi padre vino a verme a casa notablemente agitado. ― Hijo, tengo algo muy importante que decirte. Sé que me vas a tomar por loco. Pero aun así te lo voy a contar. ¿Recuerdas que te dije que te encontré abandonado en el valle? ― Sí, lo recuerdo papá. ― Pues no fue exactamente así como que ocurrió. Me quedé perplejo. Él continuó hablando: ― Verás, resulta que yo estaba caminando por el valle, cuando, de repente, sentí que una enorme sombra se cernía sobre mí. Miré hacia arriba y vi una nave espacial. ― ¿Una nave espacial? ― pregunté estupefacto. Estaba claro que mi padre deliraba. ― Sí, una nave espacial hijo ― los ojos le brillaban con intensidad ― De pronto se abrió una puerta y pocos segundos después te vi a ti. Eras un bebé y saliste por aquella puerta flotando y

Un Mundo Gris

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Gloria estaba sentada en su butacón, cerca del fuego, con la mirada perdida en el infinito. Su gatito Tristán se acercó a ella, pero ni se dio ni cuenta. Toda su atención la atrapaba el mundo imaginario que había creado en su mente. En aquel mundo había pajarillos, mariposas, nubes blancas y arcoíris. Era todo tan hermoso y con tantos colores…Pero, de pronto, unos golpes sonaron en la puerta arrancándola de su ensimismamiento. ―¡Gloria! ¡Gloria! Se levantó y se acercó despacio a la puerta. Cuando la abrió vio a su amigo Eduardo y trató de sonreír. ―Hola Gloria, ¿qué tal estás? ―Hola, bien, gracias. ¿Y tú, cómo estás Eduardo? ―Bien ―le contestó entregándole dos bolsas grandes y pesadas. ―Muchas gracias. ―Me alegro de verte. Cuídate. Adiós ―se despidió Eduardo, marchándose con rapidez. Gloria le vio alejarse y, cuando lo perdió de vista, cerró la puerta. Sintió un escalofrío y volvió a sentarse en el butacón junto al fuego. Dejó las bolsas a sus pies y examinó su contenido: latas y frasc