El gömbur

 



Recuperó el conocimiento, se levantó del suelo despacio y cogió una toalla del armario para limpiarse la cara que estaba cubierta de una sustancia azul y espesa.

Cuando se hubo limpiado, sacó su móvil del bolsillo del pantalón y marcó un teléfono.

―¿Si? ―contestó una voz al otro lado de la línea.

―Pablo, no me vas a creer, pero hay una criatura horrible en mi casa ―dijo ella entre sollozos.

―Laura, tranquilízate. ¿Qué quieres decir con «una criatura horrible»?

―No sé qué es Pablo, es tan horrible que no parece un animal es como…como… ¡un monstruo! ―gritó con cara completamente aterrorizada.

―Vale, ¿qué te has tomado?

―¡No me he tomado nada! ¡Te estoy diciendo la verdad, tienes qué creerme!

―Voy a tu casa. Espérame, en quince minutos estoy ahí.

―¡No Pablo! ¿Cómo voy a dejar que vengas? ¿Y si te ataca? Además ¿cómo voy a abrirte la puerta? Ahora mismo estoy encerrada en mi habitación y no te puedes imaginar el pánico que siento. No sé qué hacer.

―Laura, ¿te has parado a pensar que puede que todo esté en tu cabeza?

―¡No! ¡Claro que no! Te digo que ese ser es real. Mira, estaba cenando en el salón tranquilamente cuando, de pronto, oí un ruido en la cocina. Fui allí y me encontré a esa criatura horrible en el alféizar de la ventana. Tiene el tamaño de un gato, sus ojos son rojos y su boca babeante está llena de afilados dientes. ―Laura hizo una pausa y después continuó hablando―: Esa criatura me atacó Pablo, ¿sabes lo que hizo? Abrió su espantosa boca y me escupió un líquido viscoso y azul que fue a parar a mi cara y después me saltó encima y por poco me muerde. Conseguí quitármela de encima y salí corriendo para encerrarme en mi habitación. En cuanto cerré la puerta comencé a marearme y me desmayé y hace un momento que me acabo de despertar.

―Pero Laura, ¿no te das cuenta de que tu broma no tiene gracia? ―la voz de Pablo sonó muy seca y cortante. Laura puso cara de sorpresa.

―¿Qué quieres decir? ―preguntó ella.

―Sabes de sobra a lo que me refiero. El otro día estuviste en mi casa, y te comenté que había empezado a escribir una nueva novela de fantasía.

―Sí, así es… ¿Pero…?

―Pues que, no sé cómo, has leído la libreta en la que he empezado a escribir mi novela, porque esa criatura que está en tu casa es idéntica y hace lo mismo que el «gömbur», un ser imaginario e inventado por mí.

―No lo entiendo Pablo.

―Yo sí lo entiendo, me estás gastando una broma pesada. Te dije que de momento quería mantener lo que había escrito en secreto hasta que le diese varias vueltas más. Laura, no te entiendo la verdad.

Laura, colgó el teléfono. Se sentó a los pies de su cama, con el móvil entre las manos y la mirada inquieta.

Respiró profundamente, se levantó y abrió la puerta de la habitación muy despacio. Miró por la estrecha apertura y vio al gömbur frente a ella. Laura cerró la puerta con rapidez y apoyó su espalda contra ella, respirando agitadamente. Instantes después, volvió a abrir la puerta despacio y, a través de la rendija, disparó una foto con su móvil y volvió a cerrar la puerta. Acto seguido llamó a Pablo otra vez.

―¿Qué quieres, Laura?

―Mira, te aseguro que yo no tenía ni idea de que en tu novela aparecía este ser tan extraño. Pero tienes que ayudarme. Porque resulta que tu invento está frente a mi puerta esperando a que salga para volver a atacarme.

―Laura, no me lo trago, ¿vale?

―Te voy a enviar una foto de esa cosa y luego me dices si te lo tragas o no. Espera.

Laura le envió la foto que acababa de hacer al gömbur. Inmediatamente oyó la voz de Pablo soltando improperios de todo tipo.

―¿Cómo es posible? ¡No puede ser real!

―Ya sabes que a mí los ordenadores se me dan fatal así que no es ningún montaje ni nada parecido. Por lo que, sí, tu criatura existe, es real, pero tienes que hacerla desaparecer.

―¿Desaparecer? ¿Cómo?

―¡No lo sé, Pablo! ¡Tienes que hacerlo, por favor!

―De acuerdo, déjame que piense un momento.

Se cortó la llamada y Laura volvió a sentarse a los pies de su cama. No apartaba la mirada del móvil que sostenía entre sus temblorosas manos. Tras un largo rato, el teléfono sonó y Laura contestó rápidamente.

―¿Ya lo tienes?

―Esto es completamente surrealista. Pero, se me ha ocurrido que, si quería destruir al gömbur, tenía que destruir la historia. Así que he roto las hojas de la libreta y ya no voy a escribir más sobre él. Espero que con esto haya desaparecido.

Laura, tardó unos instantes en abrir la puerta de su habitación y cuando la abrió ya no había nada al otro lado. Inspeccionó toda su casa con cautela y minuciosamente, y no había ni rastro de la criatura. Entonces le dijo a Pablo:

―Tu gömbur se ha desvanecido ―y los dos suspiraron aliviados.


¡¡¡RETO!!! En esta ocasión, la propuesta es escribir un relato que comience así: alguien recupera el conocimiento y descubre algo que le sorprende. Dejad volar vuestra imaginación y animaos a escribir!! 🎃


Comentarios

  1. Yo, que siempre me junto con los rechazados y los más desfavorecidos, hubiera emborrachado al gömbur lo suficiente como para irme de fiesta con él.

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    1. jajaja quizás hubiese accedido. ¿Quién sabe? Gracias por leer este relato y dejarme tu comentario!!

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  2. Pobre escritor que se quedó al final sin su historia... Estupendo relato, Cristina. Muy original.

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    1. Sí, el escritor se quedó sin su historia, pero fue por una buena causa jaja. Gracias Marta!!

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  3. Hola, Cristina! Buenísimo relato, de esas historias que te atrapan a la pantalla y no puedes dejar de leer hasta el final. La situación, el desarrollo a través de la llamada de teléfono, la ausencia de explicación lógica a la existencia del ser, el escritor que debe renunciar a su obra o a Laura. Excelente lectura para un fin de semana de terror. Un abrazo!

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    1. Hola, David!! Te agradezco mucho tu comentario. Cuanto me alegra que te atrapase el relato y que lo hayas disfrutado. Un abrazo!!

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  4. Hola Cristina, tu cuento me ha encantado. Me parece super original y el tema está excelente para estas fechas. Saludos y enhorabuena por un gran trabajo.

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    1. Hola Ana, es un lujo tener lectores/as como tú. Muchas gracias y saludos!!

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  5. Qué buena la historia, Cristina, me enganchó desde comienzo a final. Bravo. Un abrazo.

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