La magia de Katu

Katu era un muchacho solitario y muy tímido. Para sobrellevar su soledad se refugiaba en los libros. Leía muchísimo, sobre todo los libros de Harry Potter. Soñaba que un día sería como él, un auténtico mago que combatiría contra el mal.

Una tarde de verano, en cuanto salió del instituto fue a la biblioteca como solía hacer casi todas las tardes, pero cuando se acercó a uno de los estantes se sorprendió al ver un anillo justamente delante de un voluminoso libro en cuyo lomo rezaba: La magia que hay en ti.

Katu, intrigado, se guardó el anillo en el bolsillo y, tras coger el pesado libro, se sentó a una mesa. En cuanto lo abrió por la primera página, se sorprendió al ver unas letras muy grandes que decían lo siguiente:

“Ponte el anillo para que puedas encontrar la magia que hay dentro de ti”.

Katu sorprendido sacó el anillo de su bolsillo, y en cuanto se lo puso, el anillo brilló intensamente. El muchacho enseguida leyó la siguiente página que decía:  

“Cuando descubras tu magia, empléala para hacer el bien”.

Katu, sitió una gran emoción y se preguntó cuáles serían sus poderes mágicos. Rápidamente leyó lo que decía a continuación:

“No serás como Harry Potter. La magia que hay en tu interior se manifestará de otro modo”.

Katu se extrañó. ¿Sería aquello una broma? Quizás alguien estaba riéndose de él, pero era poco probable porque jamás había dicho a nadie que deseaba ser mago, ni siquiera a su padre.

Katu cerró el libro decepcionado y se dispuso a dejarlo sobre la estantería cuando se le resbaló de las manos y al caer al suelo el libro se abrió al azar. Katu se acuclilló para recogerlo y entonces leyó:

“No te decepciones, la magia que hay en tu interior es extraordinaria, no la subestimes”.

Katu, dejó el libro en la estantería e iba a dejar el anillo también, pero este le pareció tan bonito que se lo dejó puesto. Mientras caminaba por la calle en dirección a su casa, se encontró con un gatito que maullaba lastimeramente. Katu, abrió su mochila y sacó de ella un trozo de bocadillo que le había sobrado del almuerzo y se lo ofreció al felino. Este lo devoró rápidamente y entonces exclamó:  

―¡Muchas gracias, estaba hambriento!

Katu dio un respingo hacia atrás. «¿Un gato que habla?», se preguntó aterrado.

―¿Acabas de hablarme? ―preguntó con voz trémula el chico.

―Sí, así es. Me alegro mucho de que me entiendas. ¡Eres el primer humano con el que puedo hablar!   

«No puede ser, no puede ser, no puede ser», se repitió Katu turbado. No dijo nada más y rápidamente continuó su camino de regreso a casa, mirando de cuando en cuando hacia atrás para comprobar que el gato no le seguía.

En cuanto estuvo a solas en su habitación, el muchacho empezó a pensar en ese extraño poder. De pronto, un gorrión se posó sobre el alféizar de su ventana y le dijo:

―¡No tengas miedo! ¡Los animales te necesitamos!

Pero al oír la voz del gorrión Katu se inquietó aún más. Cerró la ventana, se quitó el anillo y lo lanzó contra la pared de su habitación. «¡Vaya mierda de poder!» pensó y lloró amargamente. Cuando se le pasó el berrinche, Katu miró el anillo caído en el suelo. Había perdido todo su brillo.

El muchacho lo guardó en el fondo del cajón de su escritorio y salió a la calle de nuevo. Vio a dos perros labradores que paseaban junto a sus dueños, le miraron fijamente pero no les escuchó decirle nada. Katu, pensó aliviado que así estaba mucho mejor, que no quería poder entender lo que decían los animales, que aquello no era un don mágico sino una maldición.  

Al día siguiente acudió a la biblioteca por la mañana y cogió el libro con manos temblorosas. Al abrirlo por la primera página vio que esta había cambiado, ahora decía así:

“Tu poder mágico siempre estará ahí, esperando a que lo utilices algún día. Cuando seas valiente…”.

Katu cerró el libro con rabia y lo dejó en el estante de nuevo. Ya no volvió a cogerlo nunca más. Sin embargo, a partir de entonces comenzó a sentir mucho interés por los animales, tanto que pasados los años se convirtió en veterinario. Y poco tiempo después, una mañana, abrió el cajón de su escritorio y se puso el anillo que en ese instante empezó a brillar intensamente.

En muy poco tiempo, Katu alcanzó un gran éxito en su profesión y cuando le preguntaban qué había hecho para convertirse en un veterinario tan exitoso, siempre respondía:

―Tengo un don mágico: puedo entender lo que dicen los animales.

Por supuesto nadie le creía y se reían de él, pero a Katu no le importaba. Él se sentía feliz y orgulloso de la decisión que había tomado porque, aunque no podía hacer la magia que hacía Harry Potter, sí podía dar voz a esos seres tan inteligentes, sensibles y hermosos, pero tan incomprendidos y maltratados por la especie humana.   

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