Me llamo Max

 

Me llamo Max, tengo cuarenta y dos años y soy un extraterrestre. Esto último lo averigüé hace tan solo un mes, ¿y cómo lo descubrí? Es precisamente lo que quiero contaros.

Todo sucedió una noche en la que mi padre vino a verme a casa notablemente agitado.

―Hijo, tengo algo muy importante que decirte. Sé que me vas a tomar por loco. Pero aun así te lo voy a contar. ¿Recuerdas que te dije que te encontré abandonado en el valle?

―Sí, lo recuerdo papá.

―Pues no fue exactamente así como que ocurrió.

Me quedé perplejo. Él continuó hablando:

―Verás, resulta que yo estaba caminando por el valle, cuando, de repente, sentí que una enorme sombra se cernía sobre mí. Miré hacia arriba y vi una nave espacial.

―¿Una nave espacial? ―pregunté estupefacto. Estaba claro que mi padre deliraba.

―Sí, una nave espacial hijo ―los ojos le brillaban con intensidad ―De pronto se abrió una puerta y pocos segundos después te vi a ti. Eras un bebé y saliste por aquella puerta flotando y descendiendo poco a poco. Te cogí y te sostuve entre mis brazos. Después la nave desapareció de mi vista.

Tragué saliva incapaz de digerir aquella historia.

―Sabía que nadie creería la verdad incluida tu madre. Así que decidí inventarme que te había encontrado abandonado en el valle.

―¿Por qué me cuentas esto ahora papá? ―Conseguí preguntar con un gran esfuerzo.

―Porque hace dos días recibí un mensaje en el móvil de un número privado ―mi padre sacó su móvil del bolsillo y me mostró la pantalla donde ponía:

«Hola. Somos los verdaderos padres de Max, queremos que vuelva con nosotros. Que vaya al valle el 6 de abril a las 8 a.m.».

―¿Y no crees que podría ser alguien que quiere gastarnos una broma pesada?

Mi padre negó efusivamente con la cabeza

―No Max, estoy seguro de que son ellos. ¡Hijo, tienes que creerme! ¡No estoy loco! ―gritó desesperado. Yo suspiré.

―De acuerdo papá. ¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Ir al valle y esperar a que venga la nave espacial con mis verdaderos padres extraterrestres?

―Por eso te lo he contado Max, para que puedas tomar tu propia decisión.  

―¿Se lo has contado a mamá?

―No, aún no.

―El seis de abril es mañana. Creo que será mejor que te quedes a dormir aquí y mañana vayamos juntos al valle y veamos qué pasa.

―De acuerdo hijo. Voy a llamar a tu madre para decirle que esta noche me quedo aquí contigo y que no se preocupe.

La noche transcurrió tranquila. Al día siguiente, los dos nos dirigimos al valle. Llegamos allí a las ocho menos veinte.

En cuanto dieron las ocho en punto apareció una gigantesca nave espacial sobre nuestras cabezas. En aquel momento creí totalmente la historia que me había contado mi padre. Y curiosamente no sentí miedo, pero lo que sí sentí fue dolor mezclado con rabia e incomprensión. 

Una puerta de la nave se abrió y una voz me dijo:

―Hola MN23.

―¡Me llamo Max! ―grité.

―Tu verdadero nombre es MN23 y debes regresar con nosotros.

―¿Por qué debo regresar? ¡Ni siquiera puedo veros!

―Si entras en la nave, nos verás. Somos tus verdaderos padres.

―¿Y por qué queréis que vuelva ahora, después de tanto tiempo?

―Porque necesitábamos saber más de los humanos y tú fuiste elegido para darnos esa información.

―Ah, ya veo, ósea que soy vuestro experimento.

―No exactamente.

―Bien, pues dadme una buena razón por la que debería ir con vosotros.

―Porque somos muy superiores a los humanos. Con nosotros podrás desarrollar todo tu potencial.

―¿Y en qué sois superiores si puede saberse?

―En tecnología, ciencia, astronomía… en todo.

―Pues podéis meteros vuestra tecnología, ciencia, astronomía y todo lo demás por…―mi padre me cogió del brazo para calmarme.

―De acuerdo acabemos con esto. ¿Me vais a llevar por la fuerza o me vais a dejar elegir? ―pregunté desafiante.

Los extraterrestres no contestaban, parecían dudar sobre qué decisión tomar. Tras esperar un rato rompí el silencio:

―¿Sabéis lo que os digo? ¿Veis a este hombre? Él es mi padre y su mujer es mi madre porque son quienes me han querido y me han cuidado. Quizás no sean tan inteligentes como vosotros y quizás yo nunca alcance ese potencial del que habláis. Pero no me importa y ¿sabéis por qué? porque ellos me han enseñado que la superioridad no existe. Que todos los seres que habitan este planeta son especiales y valiosos, desde el más pequeño hasta el más grande. Que los humanos tienen un don que es la inteligencia, pero no por ello son superiores. A vosotros os digo lo mismo, no porque seáis más inteligentes sois superiores a los humanos. Así que os aseguro que quiero quedarme en la Tierra, aquí junto a mis padres y vosotros podéis iros con vuestra superioridad por donde habéis venido.

Tras estas palabras la puerta se cerró súbitamente y la nave desapareció en el cielo a una velocidad increíble. Mi padre y yo nos abrazamos y lloramos durante bastante tiempo.  

Así fue como descubrí que soy un extraterrestre. No sé si algún día volverán a por mí los de mi especie. Solo espero que ese día no llegue nunca. ¿Y sabéis una cosa? La Tierra es y será siempre mi verdadero hogar y mi madre y mi padre adoptivos siempre serán mis verdaderos padres.

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