Un Mundo Gris



Gloria estaba sentada en su butacón, cerca del fuego, con la mirada perdida en el infinito. Su gatito Tristán se acercó a ella, pero ni se dio ni cuenta. Toda su atención la atrapaba el mundo imaginario que había creado en su mente.

En aquel mundo había pajarillos, mariposas, nubes blancas y arcoíris. Era todo tan hermoso y con tantos colores…Pero, de pronto, unos golpes sonaron en la puerta arrancándola de su ensimismamiento.

―¡Gloria! ¡Gloria!

Se levantó y se acercó despacio a la puerta. Cuando la abrió vio a su amigo Eduardo y trató de sonreír.

―Hola Gloria, ¿qué tal estás?

―Hola, bien, gracias. ¿Y tú, cómo estás Eduardo?

―Bien ―le contestó entregándole dos bolsas grandes y pesadas.

―Muchas gracias.

―Me alegro de verte. Cuídate. Adiós ―se despidió Eduardo, marchándose con rapidez.

Gloria le vio alejarse y, cuando lo perdió de vista, cerró la puerta. Sintió un escalofrío y volvió a sentarse en el butacón junto al fuego. Dejó las bolsas a sus pies y examinó su contenido: latas y frascos de cristal con alimentos y botellas de agua. Ahí tenía todo lo necesario para sobrevivir una semana más.

Tristán saltó sobre el regazo de Gloria y se acurrucó en él. Ella lo acarició y trató de relajarse para volver a su paraíso particular pero no lo logró. Decepcionada, se levantó bruscamente y Tristán, sobresaltado, se giró rápidamente para caer sobre sus cuatro patas.

Gloria miró por la ventana. A través de ella podía contemplar el mundo real: el cielo gris, los árboles grises, la hierba gris, las flores grises y la tierra gris. Así era todo en el mundo actual: de color gris. Y, además, habían desaparecido los pajarillos, las mariposas, las nubes blancas y los arcoíris. La comida y el agua estaban altamente contaminadas y por ello solo se podían comer los alimentos y beber el agua que se generaban en los laboratorios. En su pequeño pueblo, Eduardo era el encargado de suministrar cada semana la comida y el agua sintetizadas en uno de esos laboratorios, a todos los habitantes del pueblo.

Gloria recordó el día aciago en el que al levantase y mirar por la ventana descubrió la terrible transformación que había experimentado el mundo. «¡Cuánta belleza perdida!» se dijo hundida en la tristeza y la desesperación. Tristán maulló y Gloria vio que estaba sentado en el suelo, junto a sus pies. Tristán también era de color gris como todo lo demás. El gatito levantó la cabeza y la miró fijamente. Gloria pensó que, a pesar de su color gris, los ojos de Tristán eran hermosos. Llevaban juntos tres años, y nunca había reparado en la luz que emanaba de ellos. En ese instante, a Gloria, le pareció percibir que de sus dos ojos grises salían pequeños destellos de color verde esmeralda.

En ese momento, Gloria sintió una alegría indecible. Pensó que quizás los colores volverían al mundo descontaminándolo y llenándolo de esperanza. Desde ese momento, se prometió no volver a evadirse en su mundo imaginario sino estar presente en el mundo gris en el que vivía y buscar más destellos de colores.

Se levantaba cada día con la esperanza de contemplar dichos destellos y no solo logró percibirlos en los ojos de Tristán en diversas ocasiones, sino que también los vio en los pétalos de las flores, en las hojas de los árboles, en la hierba, en el cielo, en el agua del riachuelo e incluso en las piedras y en la tierra.

Gloria fue a visitar a Eduardo, y le contó lo que había descubierto. Eduardo, al principio no la creyó, pero mientras ella le hablaba vehementemente, se sorprendió al percibir destellos dorados de los ojos grises de ella.

―Gloria ¿de qué color son tus ojos? ―le preguntó asombrado.

―Marrones claros ―le contestó Gloria.

―¡Es increíble! ―exclamó Eduardo entusiasmado.

Aquel mismo día Eduardo y Gloria visitaron a los veintiún habitantes del pueblo para hablarles de aquellos destellos y, pocos días después, todos y todas hicieron una celebración tras comprobar que lo que decían era cierto. Solo tenían que ser pacientes y descubrir la belleza escondida de cuanto les rodeaba para percibir hermosos destellos de colores. Y así fue como en aquel pequeño pueblo, comenzó la recuperación del mundo entero. Poco a poco se extendió la gran noticia por todas partes y cada vez más personas se asombraban al descubrir nuevos y variados colores. Hasta que llegó un día en el que la Naturaleza abandonó su ropa gris y se puso su más hermoso polícromo vestido, descontaminándose y llenando al mundo de alegría. 

Otra vez el cielo era azul con nubes blancas, otra vez cantaban los pajarillos sus dulces melodías, otra vez revoloteaban las mariposas alrededor de las coloridas flores y otra vez aparecieron los arcoíris. Y de nuevo, Gloria sonrió feliz mientras, junto a su gatito Tristán, contemplaba tanta belleza asomada a su ventana.


¡¡¡RETO!!! Este relato lo he escrito a partir de la frase "con la mirada perdida en el infinito", seleccionada de la novela de Selma Lagerlöf, La leyenda de una casa solariega. En el blog En el rincón de una cantina, Norah Bennett ha escrito una reseña concisa y muy interesante que habla de esta obra y su autora. Os animo a leerla y que escribáis un relato a partir de la frase que he escogido u otra que queráis de la obra mencionada. 

Comentarios

  1. Hola. Me ha encantado el relato, sobre todo la imagen inicial, evocadora y que transmite mucho y la esperanza. Muy buena la inspiración. A seguir escribiendo.
    Muchas gracias por la mención.
    Abrazos

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    1. Hola Norah, me alegra mucho que te haya gustado. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo!!

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  2. Muy bonito relato. Verdaderamente sería terrible vivir en un mundo sin colores y sin embargo creo que hay una enfermedad así. Me parece genial que todos en tu cuento vuelvan a descubrir la belleza del mundo a todo color. Muy buena inspiración.
    Saludos, me encantó.

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    1. Agradezco mucho tus palabras Ana. Con este relato quería hablar de la contaminación. La pérdida de los colores se debe al poco valor que los seres humanos le damos a la Naturaleza, al maltrato al que la sometemos contaminándola y despreciándola. Al final la Naturaleza se apaga y pierde sus colores por ese maltrato al que está sometida. Esta es la idea que quería transmitir. Saludos!!

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  3. ¿Dónde está ese mundo? Salgo al balcón y solo veo prisa, desencanto, y coches quemando el claxon.

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    1. Tenemos que aprender a ver más allá como hace Gloria, la protagonista del relato. Ver la belleza que siempre tiene la Naturaleza aun contaminada por los seres humanos. Muchas gracias por leer el relato y dejar tu comentario. Saludos!!

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  4. ¡Hola, Cristina! Un cuento de los de siempre, de esos que te quedas embobado y que te transmiten valiosas enseñanzas. Nuestro refranero que es muy sabio tiene aquel refrán de que nada es verdad ni mentira solo depende del color de los ojos con lo que se mira. Para mí la realidad es un mar de posibilidades que solo se concretan cuando las observas y por ello es esencial mirarla con ojos que busquen colores, como Gloria. Muy pero que muy buen relato. Saludos!

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    1. Hola David!! muchas gracias por tu comentario. Sí, a mí me gusta mucho la frase célebre que dice: "La mitad de la belleza depende del paisaje; la otra mitad de la persona que lo mira" de Lin Yutang. Saludos!!

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