Cuidar la salud


―¡Pero Marcos qué haces!

Mi hijo me miró con sus ojitos inocentes. Había presenciado boquiabierta cómo Marcos acababa de coger un puñado de monedas de mi bolso y las había guardado en su bolsillo.

―¡No Marcos! ¡Eso no se hace! ―le reprendí―. Devuélveme ahora mismo esas monedas ―Marcos, cogió las monedas de su bolsillo y las puso en mi mano lentamente.

―¿Para qué quieres el dinero, hijo? ―le pregunté mientras guardaba de nuevo las monedas en el bolso.

―Para comprar algo.

―¿Qué es lo que quieres comprar?

Marcos miró al suelo cabizbajo.

―Vamos, dímelo cariño, no pasa nada. ¿Qué quieres comprar? A lo mejor puedo comprártelo yo.

―¡No, tú no quieres! ―me gritó muy enfadado y se fue corriendo a su habitación cerrando la puerta tras él.

«Pero, ¿qué le pasa a mi hijo?» me pregunté preocupada. Fui hasta su habitación y abrí la puerta con suavidad.

Marcos estaba sentado en el suelo llorando, abrazado a sus rodillas y con la cabeza apoyada en ellas.

Me acerqué y me senté junto a él.

―Vamos cariño, habla conmigo. Dime qué te pasa.

―Es que no me dejas comer bollos y yo quiero comer bollos. Todos mis amigos comen lo que quieren y yo no puedo. Y encima tengo que jugar al fútbol y no me gusta el fútbol.

Todo esto me lo dijo entre sollozos. Sentí mucha tristeza por mi hijo. Recordé, que hacía un mes, tras obtener los resultados de una analítica, el pediatra me dijo que Marcos tenía el nivel de glucosa al límite y estaba a punto de desarrollar diabetes. Por eso, tenía que llevar una dieta estricta y hacer ejercicio.

Desde entonces ya no le compraba la bollería que acostumbraba a tomar y le apunté por las tardes a un equipo infantil de fútbol en el que jugaba tres veces a la semana.

Los primeros días Marcos se quejaba, pero tras tener varias charlas con él, creí haberle convencido porque ya nunca había vuelto a protestar. Todo parecía ir bien. Sin embargo, después del incidente del dinero me di cuenta de que tras el silencio y la sumisión de mi hijo se escondía una gran frustración y tristeza.

―Marcos, yo creía que entendías la situación.

―¡No, no la entiendo!

―Cariño, si sigues comiendo bollos y no haces ejercicio te pondrás enfermo. Esa es la realidad.

―¡Pues yo quiero comer lo que me gusta y no quiero jugar nunca más al fútbol! ¡Y me da igual ponerme enfermo!

Me quedé muda. ¿Qué podía decirle? ¿Cómo podía convencerle de que la salud es algo que hay que cuidar y que en ocasiones hay que hacer sacrificios?

Me culpé por no haberme preocupado antes por su alimentación y por no haberle motivado más a moverse y a no ser tan sedentario. Por haber llegado a aquella situación. Pero el pasado, pasado era. Ahora tenía en mis manos la oportunidad de ayudarlo a estar bien y no podía rendirme.

―Marcos, sé que no lo entiendes y no hace falta que lo entiendas. Ahora lo único importante es que hagas caso al pediatra y cuando pasen los años estarás contento por ello. Ya lo verás.

―Pero mamá…

―No, Marcos, no vamos a discutir más sobre esto. Vas a seguir con la dieta y haciendo ejercicio. Y no hay nada más de qué hablar. No voy a dejar que enfermes. Tú no sabes lo que es estar enfermo. Si lo supieses no hablarías así, te lo aseguro.

Me levanté del suelo y fui a la cocina. Me sentí triste por no darle a mi hijo lo que quería, pero estaba convencida de que estaba haciendo lo mejor. Desde aquel día me empecé a interesar más por la comida sana y comencé a preparar platos cada vez más variados y más sanos. Hasta que llegó un día en que Marcos me dijo que le gustaba la comida que preparaba y le vi disfrutar como nunca de cuanto comía. Respecto al ejercicio, le mostré vídeos de personas practicando distintos deportes, y el que más le llamó la atención fue el kárate. Así que dejé de llevarle a los partidos de fútbol y le apunté a clases de kárate. Cada vez que tenía clase estaba muy contento y animado.

Mi hijo ahora tiene veinte años, y hace poco me dio las gracias por no haberme rendido y haberle ayudado a preservar su salud. Y como me he dado cuenta de los malos hábitos que tienen tantos niños, en la actualidad doy charlas para concienciarles a ellos y a sus familias sobre lo importante que es comer alimentos sanos y evitar el sedentarismo. Porque si hay algo que tengo claro es que cuidar la salud es una de las cosas más importantes en esta vida.

¡¡¡Reto!!! Este relato lo he escrito a partir de la idea de que una madre descubre a su hijo de ocho años robándole dinero de su bolso. Te animo a escribir un relato a partir de esta misma idea. 

Comentarios

  1. ¡Hola, Cristina! ¡Qué dura es la paternidad y qué duro es hacer ver a los hijos que lo bueno no siempre es saludable! Bueno, también es verdad que de niño yo me zampaba toda la bollería del mundo y tampoco me pasó nada, pero eran otros tiempos. Un relato fresco que aprovecha el planteamiento del reto realmente bien. Saludos!

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    1. ¡Hola David! jajaja pues yo de pequeña también comía mucha bollería y me subió la acetona 😵 así que a partir de entonces tuve que dejar de comer tanto. De todos modos, lo que dices, eran otros tiempos, los niños hacíamos más ejercicio que los niños de hoy en día. Muchas gracias por tu comentario. Saludos!! 🤗

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