La búsqueda de la impresora
Estaba en el centro
comercial buscando una impresora que me había llamado la atención en una
propaganda que me habían dejado en el buzón. Tenía buenas prestaciones y estaba a muy buen precio. Yo nunca había tenido una y me
ilusionaba especialmente poder imprimir mis fotografías.
Resulta que cuando llegué
al departamento de informática, busqué el modelo de la propaganda pero al no encontrarlo, le pregunté a la dependienta que abrió los ojos
de par en par y me dijo:
―Lo siento, pero solo nos
queda una unidad de ese modelo y no conseguimos encontrarla.
Yo me quedé perpleja ante
sus palabras.
―¿Cómo que no la
encuentran?¿Y no puede buscarla ahora? Quiero comprarla.
―Por supuesto, voy a volver a mirar a ver si aparece.
La dependienta se marchó
y yo la seguí con la mirada. Le vi hablar con un hombre, tal vez su compañero o
algún encargado, ambos me miraron de un modo extraño, parecían alterados y se
fueron juntos desapareciendo de mi vista.
Estuve esperando
pacientemente un cuarto de hora, pero como no veía a ninguno de los dos,
decidí buscar otro modelo, puesto que el
que yo quería no parecía que fuese a aparecer.
Miré y miré, pero ninguna impresora me convencía. De pronto, noté que alguien se acercaba por mi espalda. Me
giré y vi a la dependienta con una amplia sonrisa.
―¡La hemos encontrado!
Yo me alegré mucho y le
di las gracias, pero al verla con las manos vacías, le pregunté:
―¿Y dónde está?
―Pues…verá…Tendría que
esperar un poco más porque la caja está en el almacén y para cogerla tenemos
que subirnos a una escalera. El problema es que la escalera se nos ha roto y
tenemos que pedir una prestada a otro departamento y…
―De acuerdo ―le interrumpí―.
¿Cuánto tiempo estima que tendré que esperar?
―Pues…la verdad…no lo sé.
―La dependienta dijo estas palabras mirando hacia abajo, parecía muy apurada.
―Voy a esperar diez
minutos más a ver si hay suerte ―le dije un poco impaciente. Ella me sonrió y
se fue a hablar de nuevo con aquel hombre y ambos se mostraron de nuevo muy
nerviosos y una vez más desaparecieron de mi vista.
Pasaron los diez minutos
y no venía nadie. Así que me dispuse a marcharme, cuando apareció la
dependienta con la respiración muy agitada.
―¡Cuánto lo siento! Aún
no hemos podido bajar la caja porque todas las escaleras que
hay en los otros departamentos son demasiado bajas, y no conseguimos alcanzarla.
―Oiga, ¿y si me la
reserva y vengo otro día? Me podrían avisar por teléfono cuando hayan
conseguido bajarla.
La dependienta suspiró
aliviada y me contestó con efusividad:
―Es una buena idea, si,
mejor así.
Le di mis datos y me
marché. Pero luego, ya en mi casa, no podía dejar de pensar en la dichosa
impresora. Toda aquella situación me parecía psicodélica. ¿Cómo podía ser tan
difícil comprar aquella maldita impresora? ¿Cuánto tardarían en llamarme?
Pues bien, a los cinco
días me llamó la dependienta:
―Buenos días, ya tenemos
su impresora, puede venir cuando quiera a recogerla.
Le di las gracias y esa
misma tarde volví al centro comercial. Para mi sorpresa, justo al lado de las
escaleras mecánicas habían colocado varias cajas que contenían el mismo modelo que yo quería.
Inmediatamente comencé a
sentir cierta angustia al pensar si la impresora que me iba a llevar sería la que
estuvieron buscando o se trataba de una del nuevo stock que
había llegado.
En cuanto la dependienta
me vio, me saludó con mucha amabilidad y al traer la caja no pude evitar preguntarle:
―¿Esta es la impresora
del almacén o una del nuevo stock que han recibido?
La dependienta se puso
pálida y guardó silencio por unos instantes, pero hizo el esfuerzo de
recomponerse y me contestó sin mirarme y con voz entrecortada:
―Sí, es la que había en
el almacén.
Supe que me estaba
mintiendo. Entonces le dije con cierta sequedad e indignada:
―Perdone, pero no la voy
a comprar.
Me di media vuelta y me
encaminé hacia las escaleras mecánicas para irme. No sé por qué, pero quería la
impresora que se les había perdido, no quería ninguna otra.
La dependienta me siguió
y me confesó:
―Disculpe, pero he de
decirle que cuando conseguimos una escalera suficientemente alta, vimos que la
caja no contenía el modelo que usted quiere. Lo siento mucho, pero nos
equivocamos.
―Pero, ¿entonces dónde
está la impresora?
―No lo sabemos ―me respondió
la dependienta negando a la vez con la cabeza.
―Pues verá, quiero
ayudarles a encontrarla ―le dije sin pensármelo dos veces.
La dependienta se quedó
muy asombrada, pero me dijo que le acompañase y fuimos a hablar con el hombre
al que había visto hacía cinco días. Él era el encargado y aunque al principio
se mostró reacio a dejarme buscar la impresora, al final accedió. El caso es
que busqué en el almacén durante tres días y al final logré encontrarla.
Compré la impresora y en cuanto llegué a casa imprimí algunas de mis fotografías y me sentí muy satisfecha con el resultado. A la semana me llamaron para contratarme porque querían que me ocupase
del orden del almacén, en el que por cierto el orden brillaba por su ausencia.
Acepté el trabajo encantada porque lo cierto es que estaba en el paro.
¡¡¡RETO!!! para escribir este relato he elegido dos palabras de forma aleatoria, (impresora y búsqueda) y a partir de ellas he imaginado la historia. Os animo a escoger dos palabras, por ejemplo de un libro, de un diccionario o de este generador de palabras online y escribir vuestro relato.
Comentarios
Publicar un comentario