El jardín
Tomé el desayuno
de prisa. Tenía que ir al trabajo y quería que me sobrara algo de tiempo para poder
hablar con los compañeros, como hacíamos cada mañana. Me lavé los dientes y,
tras despedirme de mi gatita Keyra, cogí el bolso y salí apresuradamente.
Cuando llegué al
trabajo, aún quedaban quince minutos antes de que dieran las ocho de la mañana,
la hora a la que empezaba la jornada laboral. Respiré aliviada, al ver que solo
estaba Alba. En cuanto me vio entrar por la puerta me saludó.
―¡Hola! ¿Qué tal, Natalia?
―¡Hola! Muy bien. ¿Cómo te fue ayer?
El rostro de mi compañera se iluminó con una sonrisa.
―Cuando te lo cuente, no te lo vas a creer.
A mí me dio mucha curiosidad y quise que continuase
hablando, pero en ese instante llegaron Miguel, Elisa, Paloma y Mercedes,
nuestros otros compañeros y compañeras. Nos saludamos y entonces dijo Alba:
―¡Atención todos! ¡Ayer firmé el contrato de alquiler del
nuevo piso!
Hubo un gran revuelo, por no decir una tremenda
escandalera. Los cuatro empezaron a hacerle preguntas a la vez y Alba miraba a
unos y a otros sin saber a quién responder. Finalmente me miró a mí, que era la
única que estaba callada, aunque no con menos curiosidad que el resto. Nos
sonreímos.
Poco a poco se fueron calmando y, en cuanto tuvo la
oportunidad, Miguel tomó la palabra con rapidez.
―Bueno, cuéntanos un poco. ¿Cómo es tu nuevo piso?
―Es pequeñito, pero muy luminoso y acogedor. Y lo que más
me gusta es que la comunidad dispone de un jardín precioso. Tiene césped, árboles,
flores…
Mercedes se rio, y preguntó en tono burlón:
―¿Qué jardín sería si no tuviese césped?
―Ya, pero es que el césped es muy abundante y está muy
bien cuidado. Además, está lleno de margaritas y dientes de león. Estoy
deseando sentarme a la sombra de algún árbol a leer sobre ese maravilloso
césped―. Explicó Alba con el rostro emocionado.
Todos rieron. Todos menos yo. Me sentí hipnotizada por lo
que acababa de decir y por cómo lo había dicho. Su cara estaba alegre cuando
había hablado del piso, pero al hablar del jardín había resplandecido.
―Parece un jardín de ensueño ―le dije.
―Sí, lo es ―me dijo con los ojos refulgentes.
―¿Y qué tal de precio? ―le preguntó Paloma.
―No os lo vais a creer. Solo pagaré seiscientos euros al
mes.
Un nuevo revuelo llenó la oficina. Después, Miguel dijo:
―Bueno, te lo merecías, has estado buscando durante casi
un año.
Alba asintió.
―¡Enhorabuena, guapa! ―le dijo Elisa, dándole un abrazo.
Los demás también le felicitamos.
―Oye, ¿y por dónde está tu nuevo piso? ―quiso saber
Mercedes.
A quince minutos andando desde aquí.
―¡Qué dices! ―gritó Miguel con cara de sorpresa―. ¿En
serio? ¿Ahora no tienes ni que coger transporte para venir a trabajar?
―¡Así es! ―afirmó Alba pletórica.
―¡Qué suerte! ―exclamó Paloma.
―Bueno, ¿y cuándo darás la fiesta de bienvenida?
―preguntó Elisa sonriendo.
―Muy pronto. Ahora empezaré con la mudanza, pero como no
tengo demasiadas cosas, no me llevará muchos días. Voy a dar una fiesta por
todo lo alto y por supuesto estáis todos invitados.
―Y podremos estar en ese maravilloso jardín del que nos
has hablado ―dije casi para mí misma y me sobresalté cuando Alba contestó
efusiva cogiéndome las manos:
―¡Claro que sí, Natalia!
―¿Invitarás a Simón? ―preguntó Paloma.
―Sí, por supuesto, con él la diversión estará asegurada
―respondió Alba y todos asentimos rotundamente.
Simón era nada más y nada menos que nuestro jefe. Pero
era un jefe atípico. Siempre tenía ocurrencias con las que nos hacía reír a
todo el personal de la empresa.
Precisamente, en ese momento, entró Simón a la oficina y
al vernos tan alborotados se acercó con rapidez y nos preguntó:
―¡Bueno, bueno! ¿Decidme, se está cociendo algo?
―¡Desde luego! Alba se muda y pronto dará una fiesta en
su nuevo piso ―le explicó Miguel.
―¡Ah, enhorabuena Alba! No se te olvide invitarme, no me gustaría
perderme esa fiesta ―dijo guiñándole un ojo a Alba.
―Muchas gracias, Simón. Sí, sí, por supuesto que estás
invitado.
―Pues no se hable más. Venga y ahora, antes de la fiesta,
todo el mundo a trabajar. Os quiero a pleno rendimiento.
―¡Sí, señor! ―contestamos todos entre risas, como era costumbre cada
vez que él hablaba así.
Simón dio una palmada y zanjó así la reunión. Él entró en
su despacho y los demás nos dirigimos cada uno a nuestra mesa.
Me senté y encendí mi ordenador y pensé que sería la
primera fiesta de trabajo a la que asistiría. Había sido contratada allí hacía solo
dos meses y los demás llevaban bastante más tiempo que yo. Sin embargo, me habían recibido
muy bien y me sentía totalmente integrada en el equipo. Además, las condiciones
laborales eran buenas, y Simón era un buen jefe cuya mayor cualidad era la simpatía. ¿Qué más podía pedir?
Y no sé por qué vino a mi mente el jardín que había
descrito Alba. Ese jardín tenía algo especial, lo intuía, o mejor dicho, lo
sabía, tenía la total certeza. Había sido creado por mi imaginación con unas
pocas palabras. Ni siquiera lo había visto con mis propios ojos y, sin embargo,
lo veía con una total claridad en mi mente. Y desee sentarme a la sombra de uno
de sus árboles y leer un libro sobre el césped, sobre ese césped abundante y
bien cuidado lleno de margaritas y dientes de león. Casi podía oler su frescor
y tocarlo con mis dedos. Así fue como desde aquel día, el jardín de Alba se convirtió en
mi lugar favorito.
¡¡¡Reto!!! Elige siete palabras al azar y escribe un relato que contenga dichas palabras y haz que aparezcan en el orden que las has elegido.
En mi caso, seleccioné: desayuno, oportunidad, jardín, suerte, diversión, simpatía y lugar. Las elegí de la lectura del relato de Henry James, La Pensión Beaurepas.
Hola, Cristina! Has narrado y descrito muy bien las emociones de todos por la noticia de su compañera y hemos podido hasta visualizar esa maravilla de jardín. Felicidades, me ha gustado mucho!. Un abrazo!
ResponderEliminarHola, Mayte!! me alegra mucho que hayas visualizado el jardín. Es lo que quería con este relato. Muchas gracias y un abrazo!! 🥰
Eliminar¡Hola, Cristina! Un relato muy visual y alegre, aunque quizá mi mente retorcida haya percibido que Natalia no sé hasta que punto se conformará con disfrutar de ese jardín de Alba en su mente. Un final abierto en toda regla. Un abrazo!
ResponderEliminarHola, David!! Sí, lo que quería con este relato es resaltar el poder que pueden tener las palabras. Respecto a Natalia, efectivamente el final es abierto. A mí me da la impresión de que visitará el jardín de Alba en la realidad y que ese jardín real coincidirá con el que ha creado en su mente. Muchas gracias y un abrazo!! 🤗🌼
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