Rechazada

Alana no le había hecho daño a nadie nunca. Sin embargo, sus largos colmillos afilados provocaban miedo y rechazo. Ella era una vampira, sí. No podía negarlo. Sin embargo, cuando fue transformada era ya adulta y decidió emplear todas sus fuerzas para resistirse a beber sangre. Y aunque lo pasó muy mal, sobre todo los primeros meses tras su transformación, lo consiguió. Los otros vampiros la instaban a que fuera como ellos, a que se alimentara de sangre humana. Por eso comprendió que aquellos seres jamás serían sus amigos. Así que decidió regresar con los humanos y tratar de integrarse entre ellos de nuevo. Sin embargo, habían transcurrido casi nueve años y, tras intentarlo una y otra vez, no lo había logrado aún. Los humanos no la aceptaban, no le daban la oportunidad de conocerla, tan solo se alejaban de ella en cuanto descubrían aquellos largos colmillos. Alana, lloraba y no sabía qué hacer. A veces sentía tanta rabia que su sed de sangre le incitaba a desear clavarle los col...