Entre fantasmas


Adela tenía poderes: veía el futuro, movía cosas con la mente y hablaba con fantasmas. Cuando era una niña no notó nada fuera de lo normal. Fue en la adolescencia cuando descubrió aquellas increíbles habilidades. Sin embargo, no le dijo nada a nadie, ni siquiera a su familia pues la joven tenía miedo de que la considerasen rara o enferma.   

La primera vez que descubrió sus poderes fue cuando vio claramente morir al hijo pequeño de sus vecinos de la puerta de al lado, al caerse por la ventana. Adela llamó a toda velocidad a la puerta de sus vecinos para impedirlo, pero fue demasiado tarde, el niño acababa de caerse y morir. Adela lloró desconsolada, sintiéndose impotente.

Esto se repitió durante un tiempo: la joven podía ver algunas de las cosas malas que ocurrían en un futuro tan inmediato, que no le daba tiempo a impedirlas. Sufría mucho por ello y se preguntaba por qué razón tendría ese poder si no estaba en su mano hacer absolutamente nada para evitar las desgracias.

Su otro poder, en cambio, el de mover objetos con la mente, le resultaba divertido. La primera vez que lo utilizó en público fue precisamente con su familia. Una noche, mientras Adela cenaba con su padre, su madre y sus dos hermanos, la joven movió con su mente los tenedores haciéndolos levitar.

Su familia gritó aterrada. Los cuatro se levantaron de las sillas y se alejaron de la mesa como si estuviesen viendo al mismísimo demonio. Pero quien gritó más y con los ojos desorbitados fue su hermano mayor, que siempre presumía de ser muy valiente. Adela se rio de él con ganas.

Aunque su poder favorito era el de hablar con los fantasmas. Era cierto que había fantasmas terribles, muy malvados que insultaban a Adela y le lanzaban maldiciones, pero la joven no se inmutaba porque no les tenía ningún miedo.

También hablaba con fantasmas buenos, estos eran sus amigos y gracias a ellos, aprendió a aceptarse a sí misma tal y como era. También la ayudaron a evitar algunas de las desgracias que la joven veía que iban a ocurrir. Por lo que poco a poco Adela apreció sus poderes cada vez más e incluso llegó a sentirse feliz de tenerlos.

Sin embargo, Adela los mantuvo ocultos durante varios años. Hasta que conoció a Jaime: un joven muy guapo, con el pelo rubio y los ojos risueños. Se enamoró de él y comenzaron a salir. Pasaron tanto tiempo juntos que Adela no pudo evitar hablarle de sus poderes sobrenaturales. Incluso le hizo una demostración moviendo con su mente un vaso de agua.  

Pero Jaime no prestó atención a tal prodigio sino que, sin decirle nada a Adela, habló con sus padres contándoles su secreto. Al día siguiente Jaime la llamó por teléfono para decirle que ya no podían salir juntos y colgó. Después ocurrió lo que Adela siempre había temido: sus padres y sus hermanos la miraron como un bicho raro y creyeron que estaba enferma.

Aquella misma tarde sus padres la llevaron al psiquiatra. Adela no opuso resistencia y, después de la visita, tuvo que tomarse varios medicamentos todos los días. La vitalidad de su cuerpo mermó, pero no la de su mente y sus poderes se mantuvieron intactos. Aunque ya no volvió a confiar en nadie y jamás volvió a mencionar el tema. Continuó yendo al psiquiatra hasta que cumplió los dieciocho años. Cuando tuvo esta edad, se independizó y, una vez alejada de su familia, dejó de visitar al psiquiatra y de tomarse las pastillas.

Vivía sola, bueno eso era lo que creían los demás porque, en realidad, siempre contaba con la compañía de sus amigos, los fantasmas buenos. Aunque lo cierto es que echaba de menos la compañía humana, Adela prefirió mantener las distancias, pues estaba convencida de que nadie la aceptaría con sus poderes sobrenaturales y ¿para qué quería tener amigos si no iban a aceptarla tal cual era? Y así fue como decidió mantener sus poderes en secreto y confiar solamente en aquellos fantasmas bondadosos, leales y simpáticos aunque etéreos, siempre etéreos.

****

Con este relato participo en el reto de escritura de Merche en el Tintero de Oro, en la modalidad fuera de concurso que está abierta hasta el 25 de abril. 

Merche nos propone escribir un relato que contenga espíritus o espiritistas o casas encantadas. Puede ser un relato de misterio, de terror o, simplemente, contar una anécdota al respecto. La extensión no debe superar las 900 palabras.

Como siempre, os animo a que escribáis vuestros relatos y a que leáis los relatos participantes. 

Comentarios

  1. Hola Cristina, muchas gracias por animarte a participar y por estar leyendo La casa de los espíritus. Sería magnífico tener poderes sobrenaturales, pero, no sé, como a tu protagonista, si sería bueno o no a largo plazo... Tendría que haberlo ocultado.
    Un abrazo. :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Merche!! Pues justamente tu reflexión toca las questiones claves de esta historia: ¿Sería o no sería maravilloso tener poderes sobrenaturales? y en caso de tenerlos, ¿habría que ocultarlos? Yo también pienso como tú: habría que ocultarlos porque en el mundo racional que vivimos lo sobrenatural no tiene cabida. Muchas gracias por tu propuesta de escritura y por tu comentario. Un abrazo!!

      Eliminar
  2. Hola Cristina que dificíl es ser diferente a los estandares que impone la sociedad. Y ojala Adela encuentre amistades corporeas con las que compartir sus poderes. Muy bien contado. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Ainhoa!! Ojalá que Adela encuentre a alguien con quien compartir sus poderes como bien dices. Muchas gracias por tu comentario y un abrazo!!

      Eliminar
  3. Fue una decisión difícil la de Adela. Pero por la experiencia, la falta de comprensión, fue la más adecuada.
    Y no dejó de tener amigos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, fue una decisión difícil, pero como tú dices, en su caso parece la más adecuada. Muchas gracias por tu comentario y un abrazo!!

      Eliminar
  4. Hola, Cristina. Pues sí, lo diferente a veces provoca miedo y sobre todo rechazo. Lo has mostrado muy bien con la historia de tu personaje. ¡Pobre Adela!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Marta!! Sí, a mí también me da pena Adela, pero así es la sociedad en la que vivimos. Muchas gracias por tu comentario!!

      Eliminar
  5. hace bien de ocultarlo, siempre hay que ocultar todo lo posible, porque uno es dueño de sus silencios.
    Pero creo que tendrá que ceder a convivir con humanos, sin que no sea muy de cerca, porque sino, quizás tenga que volver s tomar las pastillas, esas u otras.
    Tuvo suerte ee que el medionovio guapo ( los guapos son horribles) no quiso aprovecharse de ella. O sea, de sus poderes , quería decir😜
    Abrszooo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, Gabiliante, yo también creo que la soledad no conduce a nada bueno. Ojalá Adela encuentre a alguien que la comprenda y la acepte con sus poderes. Y sí, es verdad, el medionovio guapo no quiso aprovecharse de sus poderes, pero porque le entró miedo y no quiso aceptar esa realidad diferente que Adela le estaba mostrando. Muchas gracias por tu comentario y un abrazo!!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Su color favorito

La magia de Katu

La letra pequeña