El baile
Imagen de Sunny Daye en Pixabay Un ruido me despertó de madrugada. Me levanté de la cama para ir a ver qué ocurría. Lancé una maldición al comprobar que no había luz. Encendí una vela y llevándola conmigo, bajé despacio y temblorosa las escaleras hasta el salón. Los peldaños de madera crujían desagradablemente bajo mis pies. Enseguida descubrí que la ventana del salón estaba abierta. Una fuerte ráfaga de viento agitó las cortinas, apagó la vela y me heló los huesos. Rápidamente cerré la ventana y, tras volver a encender la vela, inspeccioné hasta el último rincón de la casa. Allí no había nadie. Suspiré aliviada pensando que no se trataba más que del viento. Pero, una vez que hube subido las escaleras y regresado a mi habitación para tumbarme en la cama, volví a escuchar un ruido, esta vez acompañado de una voz de ultratumba. ― Alicia… ven… ― Al oír mi nombre pronunciado por aquella voz me estremecí. Bajé las escaleras con el corazón golpeándome en el pecho violentamente y vi que la