Hijos perdidos



Se sentía muy sola. Sus cuatro hijos, ya adultos todos e independizados, la culpaban porque su padre los hubiera abandonado siendo niños. Elvira los echaba de menos porque nunca los veía. No la visitaban ni siquiera en las fiestas navideñas. Y jamás contestaban sus llamadas telefónicas.

A sus setenta y dos años, Elvira lloraba cada día y, aunque gozaba de una buena salud, no podía soportar tanta soledad. Había disfrutado de la compañía de un gato durante varios años, pero cuando murió, ya no tenía fuerzas para cuidar de ningún otro animal. Se conformaba con sus geranios a quienes a veces hablaba cariñosamente. Pero no, no era lo mismo que hablar con el gato y tampoco era lo mismo que hablar con sus hijos.

Los recuerdos felices del pasado le venían a la cabeza continuamente y la soledad en la que ahora estaba inmersa la torturaba cruelmente. Hasta que un día vio a su exmarido. Tenía dos años más que ella y allí, en el supermercado se encontraron frente a frente los dos. Ambos temblaron y se dijeron hola con la timidez de dos chiquillos. Los dos recordaron su última discusión, el odio, el dolor y sin embargo… Sin embargo, algo había allí, aún quedaban los recuerdos de los buenos momentos vividos.

—Elvira…
—Eduardo…
—Elvira, perdóname, por favor —le pidió él con lágrimas en los ojos.
—Nunca podré perdonarte —respondió ella—. Aún así, necesito que hagas algo por mí: cuéntales la verdad a nuestros hijos y haz que dejen de culparme por tu abandono.
—¿Cómo? ¿Acaso no les contaste lo que hice?
—No, nunca les conté nada, porque no deseaba que tuvieran una mala opinión de su padre.

Eduardo más tembloroso aún dijo:

—Lo haré. Ya va siendo hora de que sepan la verdad.

Elvira le dio a Eduardo los teléfonos de sus cuatro hijos y él los llamó a todos para pedirles reunirse en la casa de su madre. Los cuatro muy sorprendidos accedieron y en cuanto vieron a su padre le abrazaron llenos de felicidad.

Eduardo entonces les dijo apartándose a un lado:

—Siento mucho todo el daño que os hice, pero vuestra madre no tuvo la culpa de nada. Debéis quererla porque ella sola os sacó adelante. Y yo que no soy más que un cobarde, me marché y no volví hasta ahora y todo por una casualidad… Yo… bueno yo… me enamoré de otra mujer y cuando vuestra madre descubrió mi infidelidad y discutimos decidí abandonarla a ella y a vosotros. ¡Oh, queridos hijos! No seáis infieles y no abandonéis nunca a vuestras familias, porque el enamoramiento pasa rápido, pero el cariño y el amor son para siempre. De eso me he dado cuenta ahora que no soy más que un viejo y ya no puedo cambiar el pasado. ¡Odiadme a mí, por favor, pero no a vuestra madre!

Todos lloraron y los hijos le reprocharon a Elvira que les hubiese ocultado la verdad. Aunque, finalmente, le pidieron perdón por haberla tratado tan mal y por haberla culpado siempre de la desaparición de su padre. Después de tantos años de abandono, la verdad vio la luz y Elvira al fin recuperó a sus cuatro hijos perdidos.

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¡¡¡RETO!!! Con este relato participo en el VadeReto del mes de septiembre propuesto por JascNet en su blog Acervo de LetrasLa única condición es que dentro del relato tiene que aparecer la palabra SOLEDAD y alguna de las referencias a ella. ¡Os animo a leer los relatos participantes y a escribir vuestra propia historia!

Comentarios

  1. Hola, Cristina.
    Un relato triste con final feliz. Por desgracia, es demasiado real y, ahí, no suele tener buen término.
    Enfrentas la Soledad al sentimiento de familia, algo que dicen se está perdiendo. Los hijos van creando sus propias vidas y muchos se olvidan de sus padres. Otros, por culpa del trabajo, los estudios, los desplazamientos, terminan demasiado lejos. Sin embargo, por suerte, hoy en día tenemos los medios para seguir en contacto e, incluso, seguir viéndonos. Ojalá nunca se perdiera esa conexión.
    Un relato lleno de sentimiento y amor. Muchas gracias por traerlo al VadeReto.
    Abrazo grande.

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  2. Hola Cristina, me alegra que el relato haya tenido un buen final para la protagonista porque es muy injusto que se le culpe de algo que ella no propició. El ex marido se redime al aceptar su culpa. Al final me gusta que todo se resolviera, aunque en la vida real no creo se den las cosas tan fáciles. Enhorabuena, muy buen aporte al VadeReto.

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  3. Un relato triste con final feliz. Es una historia muy cercana a la realidad porque muchas veces las madres ocultan la realidad para que los hijos no sufran aun a costa del suyo propio.
    Un abrazo!

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  4. Los hijos a veces pueden ser injustos y tremendamente crueles y tu relato pone de manifiesto el abandono y la soledad que sufren en ocasiones los ancianos. Buen aporte, Cristina.

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  5. Hola, Cristina. La historia demuestra que ocultar la verdad no es el mejor camino para evitar los problemas. Al final, todo se sabe. Un saludo.

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