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Mostrando entradas de enero, 2024

Horizontes compartidos

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  Imagen de  Gerd Altmann  en  Pixabay . Los tres candidatos esperaban muy nerviosos la llamada telefónica del entrevistador. Este solo iba a elegir a uno de ellos puesto que había una única vacante para el puesto ofertado. Jessica pensó: «Aunque Mario y Fátima tienen más experiencia laboral que yo, quizás me llamen a mí porque ellos son demasiado introvertidos. Yo soy mucho más sociable y simpática, y eso me dará una gran ventaja». «Seguro que a Jessica no la elige, porque no tiene tanta experiencia en el puesto como tengo yo. Pero Fátima… Uff sabe cuatro idiomas y yo solo sé español y un poco de inglés», se lamentó Mario. Y Fátima sa jactó: «Tienen que elegirme a mí a la fuerza, pues soy mucho mejor que esos dos. Una sonriendo todo el rato como una panoli y el otro no sabe ni siquiera hablar bien en inglés». Los tres no paraban de darles vuelta a estos pensamientos y otros similares una y otra vez. Hasta que al fin, a última hora de la tarde, recibieron cada uno ...

Ella

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  Ella camina por la playa con el torso desnudo y la espalda tatuada. Uno de los tatuajes representa la rama del árbol del que tomó la fruta prohibida y el otro es una flor con su corola de pétalos rosas cayendo hacia abajo.         Tras morder la fruta, Ella se cayó, sí, pero se levantó y caminó a pesar de la soledad, la tristeza y el peso de la culpa. Su única pertenencia es la runa Mannaz, la cual le conecta con la humanidad a la que tanto ama y de la que todavía espera su perdón.         **** ¡¡¡RETO!!!   Con este microrrelato participo en el reto del mes de enero, propuesto por   Lídia Castro Navàs .  Estas son las condiciones:  Crea un microrrelato o poesía (máx. 100 palabras) inspirándote en la  carta . En tu creación debe aparecer la runa:  Mannaz.  

Su color favorito

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Todos los compañeros de Teresa se quedaron pasmados al verla, pues ella solía vestir con colores más discretos. En aquella ocasión lucía un vestido amarillo con los pendientes, el bolso y los zapatos de ese mismo color.  En cuanto Andrea llegó a la oficina y vio a Teresa, le preguntó sorprendida: ― ¿Por qué te has vestido así, Teresa? Al fin, había conseguido que Andrea, quien siempre la trataba como si no existiera, le hablara. ― Me gusta mucho el color amarillo ―le respondió con naturalidad.   ― Ya veo ―murmuró Andrea arqueando una ceja. En la oficina, todos cuchicheaban y se reían de Teresa. Pero ella estaba tan emocionada de que Andrea le hubiese hablado que no le importó la opinión de los demás. De hecho, a partir de ese día Teresa iba siempre vestida con prendas y complementos de color amarillo y cada vez que Andrea la miraba, se sentía muy feliz. Sin embargo, pasado un tiempo, en la oficina todos se fueron acostumbrando a su llamativa vestimenta, por lo que...