Vigilia Noctámbula
Imagen de Artie Navarre en Pixabay . Caminaba sola por el parque. Era de noche. A lo lejos pude ver un banco solitario con un cuervo posado en él. Una farola iluminaba débilmente la inmensa oscuridad que parecía querer engullirme. Empecé a sentir que aquel ambiente siniestro me estaba robando el aire. Pero lo peor de todo fue cuando comencé a sentirme observada. Sí, noté como unos ojos me observaban persistentemente y muy de cerca. Mi corazón aterrado latía fuertemente contra mi pecho. Caminé más rápido y cuando pasé frente al banco, el cuervo posado en él empezó a graznar frenéticamente, como si auspiciara que algo terrible fuese a ocurrir. Aceleré aún más el paso, casi iba corriendo por aquel parque que parecía no tener fin. Y entonces un hombre me cortó al paso situándose frente a mí, tan repentinamente, que pareció salir de la nada. ―No deberías estar aquí. Este es mi territorio. Pensé que se trataba de un loco y, horrorizada, me di cuenta de que los ojos que me habían estado ob