Entradas

La IA y sus peligros

Imagen
  Imagen de  Ticklenutts  en  Pixabay Lucy Brown se levantó de la silla y aplaudió con entusiasmo a Lucas Graham, el conferenciante que acababa de terminar su discurso sobre la IA. Mientras aplaudía, se fijó en un señor grandote sentado con una mala postura y sin aplaudir. “¿Quién es ese?”, se preguntó terriblemente indignada. Se acordó de su vecino Bill, también grandote y un idiota redomado que opinaba que la IA acabaría con la humanidad.   Una vez finalizaron los aplausos, el señor grandote se levantó de la silla y se dispuso a salir por la puerta. Lucy sintió una necesidad imperiosa de hablar con él. Así que abandonó su asiento y esquivando a la multitud que ya estaba también empezando a salir del auditorio, consiguió darle alcance al tipo en cuestión. —¡Oiga! ¡Oiga! El hombre se detuvo y se giró para ver quién le llamaba. —Oh verá, me llamo Lucy y me ha llamado la atención usted y su comportamiento. El hombre puso cara de sorpresa y replicó: —¿Y...

La estatuilla

Imagen
Carta :  Earth Wisdom Iladia se estaba adentrando en el bosque cada vez más, hasta que, de repente, vio una calcedonia. La cogió y regresó a su aldea. En la plaza había tres mujeres a quienes les mostró el mineral. Ellas sabían que la calcedonia era el símbolo de la conversación. Por eso, fueron a buscar a todos los demás. Iladia les explicó llorando que había roto la estatuilla por el terrible dolor que sintió al morir su hija. Los aldeanos y aldeanas se conmovieron y la perdonaron. Ya no volvieron a construir ninguna estatuilla porque descubrieron que la divinidad vivía en sus corazones.  •¸.•*¨*•.¸¸•.•*¨*•.¸¸•.•*¨*•.¸¸• ¡¡¡RETO!!!  Con este microrrelato participo en el reto del mes de julio, propuesto por  Lídia Castro Navàs . Estas son las condiciones: Crea un microrrelato o poesía (máx. 100 palabras) inspirándote en la  carta . En tu creación debe aparecer el mineral: c alcedonia.     Para más información haz clic en  EscribirJugando . 

El éxito de Ryan

Imagen
  Imagen de bbc.com Para Ryan aquél era un día como otro cualquiera. Esforzarse en entender lo que la maestra explicaba a pesar del sueño y el aburrimiento eran tareas primordiales. El muchacho miró por la ventana un momento distraído, hasta que de repente, escuchó unas palabras que captaron su atención: —No todos los niños tienen la misma suerte que vosotros. En muchos países como en África, los niños tienen que andar durante kilómetros para conseguir agua potable. Entonces su compañero James, el alumno considerado el más inteligente, preguntó:   —¿Y cuántos pasos tienen que andar en África para llegar a un lugar con agua potable? —Al menos cinco mil pasos —respondió la maestra. Ryan estuvo atento el resto de la clase por si la profesora volvía a hablar sobre el tema, pero ella continuó con la lección de geografía. En cuanto sonó el timbre, Ryan fue hasta el umbral de la puerta de su aula y comenzó a contar los pasos que le separaban de la fuente que había en el pat...

Katia

Imagen
No había forma de subir las escaleras. Cada vez que Katia ponía un pie en el primer peldaño, este se difuminaba poco a poco y terminaba desapareciendo junto con el resto de escalones.  Finalmente, se dio por vencida y se asomó por la ventana del salón para mirar a la resplandeciente luna. Le pareció que la miraba sonriente.    —Espera, no debes irte a dormir aún —le dijo la luna—. Pronto una estrella fugaz atravesará el cielo y si le pides un deseo, este se hará realidad.  Era la primera vez que la luna le hablaba, y le agradó mucho oír su dulce voz. Con la mirada fija en el firmamento, la niña comenzó a pensar qué era lo que más deseaba. Pero… ¡había tantas cosas que quería, que no sabía por cuál decidirse!   De pronto, la estrella fugaz hizo su aparición surcando el cielo tal con tanta rapidez que Katia se quedó boquiabierta y fue incapaz de pensar en ningún deseo.  —Ya puedes irte a dormir, querida. Buenas noches —se despidió la luna.  La niña ...

El niño y el mar

Imagen
Carta :   Dixit .  Dado :  Story cubes . El niño y el mar jugaban juntos y eran felices, hasta que un día el niño se marchó y el mar furioso se transformó en un ogro.  Pasado un tiempo, el niño regresó y al encontrarse con el ogro le preguntó: —¿Dónde está el mar? —Yo soy el mar. ¿Por qué me abandonaste? —Porque quise conquistar planetas para ser un hombre.    —¿Y lo conseguiste? —Sí, pero no era feliz. Contigo sí soy feliz.   En ese momento el ogro volvió a transformarse en el mar que siempre había sido y el niño nunca más dejó de ser un niño. •*☆*☆*☆*☆*☆*☆*☆*☆*☆• ¡¡¡RETO!!!  Con este microrrelato participo en el reto del mes de abril, propuesto por  Lídia Castro Navàs . Estas son las condiciones: Crea un microrrelato o poesía (máx. 100 palabras) inspirándote en la  carta . En tu creación debe aparecer el dado:  ogro.     Para más información haz clic en  EscribirJugando . 

Avalancha de palabras

Imagen
  Imagen de  dae jeung kim  en  Pixabay Alicia caminaba despacio mientras escuchaba con atención a Fernando. Apenas había dormido y comido, pero aún así se esforzaba por mantenerse al tanto de lo que él decía. Llegó a una plaza y deseó elegir una dirección, pero a ella le costaba tomar decisiones. Así que Fernando le dijo que girase a la derecha y ella le obedeció como siempre hacía. Fernando no paraba de hablar a toda velocidad. Alicia estaba aturdida ante la avalancha de palabras, pero se esforzaba por entenderlo. Sin embargo, le costaba recordar tanta información. Aun así, Alicia se daba cuenta de que en el discurso de Fernando había incoherencias, cosas sin sentido e incluso burdas mentiras, pero no se atrevía a decirle nada. Temía que él dejase de hablarla, que se marchara, que la abandonase para siempre.   Era tan agradable su compañía y tan terrible la soledad… Fernando era el hombre a quien ella había entregado su corazón y ahí estaba él, que no pa...

Dormido

Imagen
  Imagen de  Piyapong Saydaung  en  Pixabay Álvaro estaba haciendo su maleta. Alicia ya había terminado de hacer la suya y empezó a ayudarlo. Pero cuando aún estaba guardando las cosas, Álvaro cerró repentinamente la maleta. —¡Cuidado que me das! —gritó ella. Sara, la hermana de Álvaro, que estaba observándolo todo, dijo en tono burlón: —Está dormido el pobre. Y así era. Álvaro tenía los ojos soñolientos y no hacía más que bostezar. Alicia lo miró divertida y tras guardar una última cosa en la maleta y cerrar la cremallera anunció:   —Bueno, ya hemos terminado de hacer las maletas. Nos vamos. Pero él no parecía tener ninguna intención de marcharse porque se desplomó sobre la cama de la habitación del hotel. Alicia le dijo a Sara: —Oye, espabila a tu hermano que ya es tarde y perderemos el tren si no nos vamos ya. Sara trató de convencer a Álvaro para que se levantara y él respondió: —Idos vosotras. Yo me quedo aquí, que no puedo con mi cuerpo...