Matemáticas
Las matemáticas nunca han sido lo mío. Me empeciné en estudiarlas y en entenderlas. Incluso soñé que me convertía en un genio de los números. Sin embargo, cuanto más me afanaba, más lejos me sentía de mi objetivo. Por más que insistía, por más horas que me dedicaba a realizar operaciones y resolver problemas no conseguía tener agilidad con los números. Pero nada ni nadie me hacía darme cuenta de ello. Yo seguía y seguía persistiendo en mejorar mis destrezas matemáticas. Hasta que un día descubrí al número áureo también conocido como la divina proporción o el número Phi. Cada tarde leía un libro sobre él, sorprendiéndome de su presencia constante en la naturaleza y en el arte. Una de aquellas tardes, mientras leía aquel libro, el número áureo se elevó por encima de las páginas. —Me llamo Phi (Φ) y quiero decirte algo. Yo lo miré fascinada. El símbolo Φ flotaba sobre el libro y brillaba como el oro. Contuve la respiración y aguardé a que continuase hablándome....