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Mostrando entradas de octubre, 2024

Sin corazón

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Carta :   Dixit . Dado:  Story cubes . Aseya mezclaba pociones y recitaba conjuros sin descanso. Le faltaba el corazón, pues se lo había regalado a la joven a la que amaba, pero esta lo había pisoteado burlándose de sus sentimientos.     La rabia de la alquimista era tan grande, que planeó vengarse: bajo la apariencia de una encorvada y vieja mujer, le ofrecería a la desdeñosa joven una manzana maléfica para que, tras morderla, cayera en un profundo sueño eterno.    Así lo hizo, y cuando tuvo a la joven a sus pies tendida sobre el suelo, Aseya sonrió con malicia y allí la dejó durmiendo para siempre.  ⚊•⚊∘⚊•⚊∘⚊•⚊∘⚊•⚊∘⚊•⚊∘⚊•⚊ ¡¡¡RETO!!!   Con este microrrelato participo en el reto del mes de octubre, propuesto por   Lídia Castro Navàs . Estas son las condiciones: Crea un microrrelato o poesía (máx. 100 palabras) inspirándote en la   carta . En tu creación debe aparecer el dado:   una manzana.   Para más información haz ...

El regreso musical

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Imagen de  Pexels  en  Pixabay Llevábamos sin hablarnos cinco largos años. Fui yo quien decidió separarse de él, porque no le aguantaba más. Los dos tenemos caracteres muy fuertes y siempre estábamos discutiendo. Primero llegó la ruptura sentimental, pero con ella nuestras discusiones no solo no cesaron sino que aumentaron. Por eso decidí romper musicalmente también. Sin embargo, hace una semana él me llamó diciéndome que quería regresar a los escenarios conmigo. Me explicó que quería sentir el calor del público otra vez y que solo a mi lado lo conseguiría. Estuve a punto de colgarle, pero no fui capaz.  Tras separarnos, ambos iniciamos nuestras carreras en solitario, sin éxito alguno. Nuestros fans querían que volviéramos a cantar juntos, que volviéramos a ser el dúo que habíamos sido antes de que yo me fuera. Tras un largo silencio, admití que me ocurría lo mismo que a él y, después de una breve conversación, acordamos llamar a todos nuestros amigos y a algun...

Cautivada

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Imagen de  ekrem  en  Pixabay Era feliz o eso creía. Me levantaba muy temprano por la mañana para ir a la escuela. Allí esperaba a mis alumnos: Cecilia, Carlitos, María, Manolito, Paulita y Pedrito. Tenían entre siete y nueve años y se aplicaban bien a los estudios. Había llegado a la aldea hacía ya más de un año y supongo que aún no me había invadido la monotonía y ranciedad de este lugar. Lo único que notaba es que aquí los días transcurrían muy lentamente y tan calmados como un mar sin oleaje.    Después de las clases, iba a mi cabaña y, en cuanto había terminado de limpiar y ordenarlo todo, me ponía a leer hasta que comenzaba a atardecer. Ensimismada, cotemplaba el sol anaranjado esconderse en el horizonte y las miles de estrellas que poblaban el cielo al anochecer. Antes de dormir, y como en la aldea no había electricidad, tenía que encender la luz del candil. Después de una cena frugal me iba a dormir a un camastro de hierro cuyos muelles chirriaba...

La lengua de los otros

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  Imagen de  Pexels  en  Pixabay Caminábamos yo y los otros que estaban muy alejados de mí. En realidad, físicamente estaban cerca, pero hablaban otra lengua diferente, una que yo no entendía ni quería entender. Y así era como en ese desierto lleno de gente, pero solitario para mí se me pasaba la vida, cada vez más hundida en la tristeza. Hasta que una mañana, nada más despertarme, bajo el sol abrasador, pensé que no podía seguir así. Me convencí de que debía esforzarme por comprender. Y así fue como empecé a aprender la lengua de los otros, a pesar de que ellos no mostraban ningún interés por aprender la mía. Y aunque por el día hablaba, reía, bailaba, tocaba música con los demás y eso me hacía sentir bien; cuando llegaba la noche, lloraba porque me sentía terriblemente sola e incomprendida. Además, con el paso del tiempo, me di cuenta de que la lengua de los otros ya no escondía secretos para mí y se había vuelto tan mía, que había empezado a olvidar mi propia le...